A veces es muy difícil creer que aún haya lugar para milagros en el mundo moderno. Y, sin embargo, a veces ocurren, contrariamente a todas las leyes de la ciencia y la lógica. Un niño pequeño que nació con tan solo 400 gramos y sobrevivió a pesar de los pronósticos negativos de los médicos fue precisamente un milagro.
El pequeño Abel nació apenas en la semana 24 de embarazo. Su madre, Charlotte, desarrolló preeclampsia grave y varias otras complicaciones, lo que, en conjunto, representó un grave peligro para la futura madre. La mujer se sometió a una cesárea de emergencia. Sin embargo, los médicos advirtieron de inmediato a Charlotte que el bebé prácticamente no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. Le aconsejaron que se despidiera del bebé mientras estuviera vivo.
Esta fue una noticia muy dura para Charlotte y su esposo. Un año antes, la pareja ya había intentado tener un bebé, pero el embarazo se interrumpió a las 17 semanas debido a complicaciones. Charlotte creía que Abel era un regalo del cielo y que el bebé sobreviviría. A pesar de todas las esperanzas, los médicos lo ingresaron en cuidados intensivos.
Los pulmones de Abel no funcionaban bien y no se mantenía el nivel de oxígeno necesario en el cuerpo, lo que podría haber dañado el cerebro. Posteriormente, los médicos descubrieron un hematoma en el cerebro del niño. Al día siguiente, Charlotte recibió una noticia aún más triste: los pulmones del niño comenzaron a llenarse de líquido y reaparecieron graves problemas respiratorios. El neonatólogo dijo que a Abel solo le quedaban unas pocas horas de vida.
Charlotte, a quien aún no se le permitía ni siquiera levantarse, convenció a los médicos para que la llevaran con su hijo. Mirando al pequeño bebé en la caja de cristal, mentalmente le pidió que no la dejara. Y entonces ocurrió algo que los médicos no esperaban. El pequeño, que ya había sido dado por perdido, de repente comenzó a mover las piernas con fuerza e intentó respirar. Y luego otra vez, y otra vez… Ante el estupor de los médicos, el bebé intentó respirar por sí solo.
Pasaron varios días. Durante este tiempo, el estado de Abel fluctuó, empeorando y mejorando. Sin embargo, el pequeño resultó ser un verdadero luchador. Exámenes posteriores mostraron que el hematoma se había resuelto por sí solo. Es cierto que aún faltaba mucho para una recuperación completa, pero Abel definitivamente estaba mejorando.
Solo unos cuatro meses después, los padres pudieron llevarse al niño a casa. Abel sigue bajo estrecha supervisión médica, pero ya no corre peligro. Hoy, el niño parece un bebé normal y alegre. Viéndolo, nadie se imaginaría lo que tuvo que pasar este pequeño al nacer.