La vida de Molly había estado llena de desafíos, y su principal preocupación siempre había sido su hijo, Tommy. Mudarse constantemente de pueblo en pueblo y cambiar de escuela le había pasado factura. Empezó a portarse mal, a buscar peleas y a acosar a otros niños. Molly nunca imaginó que una llamada del director de la escuela le traería recuerdos de un pasado que creía ya lejano.
En casa, la tensión con su esposo Nigel iba en aumento. Nunca trató a Tommy como si fuera suyo, y a menudo se refería a él como «tu hijo». Una noche, Nigel le dijo: «¿Por qué no logras que tu hijo se porte bien?». Molly se sintió profundamente herida por el rechazo de Nigel a Tommy, a pesar de los años que llevaban juntos.
Al día siguiente, Molly fue a la escuela para hablar sobre el comportamiento de Tommy, pero se quedó atónita al ver a su exnovio, Christian, junto al director. Christian, quien hacía tiempo que había roto con Tommy, dijo: «Me veo reflejada en él. Quiero arreglar las cosas porque cometí un error».
Aunque Molly no sabía cómo procesar su repentina reaparición, sabía que algo tenía que cambiar. Esa noche, tras otra discusión con Nigel, llegó a casa y lo encontró inconsciente, sosteniendo una botella de alcohol.
Finalmente, Molly tomó una decisión. «Nos vamos a un lugar mejor, Tommy», dijo, haciendo las maletas y despertándolo. «A un lugar donde nuestro amor se sienta».
Por primera vez en años, Molly sintió una chispa de esperanza cuando salieron del apartamento, lista para comenzar de nuevo.