Después de que nació mi hija, mi madre nos dejó y se mudó a otra ciudad, pero recientemente ha regresado a nuestras vidas.

Mi novia y yo decidimos empezar nuestra vida juntos. Yo tenía 25 años en ese momento y ella 22. Ya imaginaba nuestro futuro: un hogar acogedor, cenas familiares, la risa de los niños.

Sin embargo, ella solía decir que aún no estaba lista para esos cambios y que necesitaba más tiempo. La quería y traté de ser paciente, con la esperanza de que algún día compartiera mis sueños.

Luego, cuando supimos que estaba embarazada, me sentí inmensamente feliz. Pero su reacción fue completamente diferente. Dijo que no quería el bebé y que planeaba abortar.

Me quedé impactada e intenté convencerla, recurriendo a todos los argumentos posibles. Le hablé de lo maravilloso que sería criar a nuestro hijo y de cómo esta decisión podría afectar su futuro.

Después de muchas conversaciones, pareció que aceptó quedarse con el bebé, pero con una condición: lo daría en adopción inmediatamente después del nacimiento.

En mi interior, albergaba la esperanza de que los nueve meses de espera cambiarían las cosas, de que ella sentiría un vínculo con el niño, pero eso nunca ocurrió.

Cuando nació nuestra pequeña, yo estaba dispuesta a ser todo para ella, mientras su madre simplemente empacó sus cosas y se fue con sus padres a otra ciudad, abandonándonos.

Han pasado cuatro años desde entonces. Durante todo este tiempo, he sido padre y madre para mi hija. A veces, mis padres me ayudaban. Mi hija y yo nos convertimos en un verdadero equipo. Cada sonrisa y risa suya me recordaba que estaba haciendo lo correcto.

 

Pero entonces, la ex madre de mi hija apareció inesperadamente en nuestra puerta.

—Perdóname —dijo—. No debí abandonarte.

Me quedé allí atónito, incapaz de responder de inmediato. ¿Cómo podía perdonar a una mujer que no había mostrado ningún interés en el bienestar de su hijo durante todos estos años?

Mi princesita como siempre abrazaba mi pierna y miraba a ese extraño.

—Papá, ¿quién es esta señora?

No supe qué responder. ¿Su madre? ¿Una conocida? ¿Una desconocida?

No puedo perdonarla y ciertamente no puedo aceptarla nuevamente en nuestras vidas.

Tal vez con el tiempo pueda dejar ir el resentimiento, pero la confianza y el respeto por esa persona nunca podrán restaurarse.

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