Cuando mi hija adolescente, Rachel, ahorró para comprarse una máquina de coser, su madrastra, Karen, la destruyó por despecho. Rachel se había esforzado mucho para ganar el dinero, y Karen tiró la máquina a la piscina como castigo por no terminar sus tareas con la suficiente rapidez. Después de enterarme de lo sucedido, supe que tenía que actuar.
Confronté a Karen, pero mi exmarido Mark se negó a apoyar a Rachel. Así que decidí pedirle ayuda a un amigo, Jason, para vengarme de ella.
Se nos ocurrió un plan: Jason, vestido de policía, se presentó en casa de Karen y le confiscó su portátil como parte de una investigación. Karen entró en pánico y le rogó que no se lo llevara, mientras Rachel grababa toda la situación.
Entonces entré en la habitación y le dije a Karen que era una lección de empatía. Le exigí que pagara la máquina de coser y se disculpara. Humillada, Karen aceptó a regañadientes y le extendió un cheque a Rachel.
Desde ese incidente, Rachel se ha negado a pasar los fines de semana en casa de su padre, y Karen se ha portado de maravilla. Rachel usó el dinero para comprar una máquina de coser nueva, que guarda conmigo, donde le corresponde.