En Estados Unidos, entregar una mascota a un refugio no es tan sencillo como dejarla e irse. Requiere documentación y una razón válida para entregar al animal. Lamentablemente, cuando se trata de perros, los dueños suelen etiquetarlos como «incontrolablemente agresivos» para evitar ser juzgados. Admitir razones como «no puedo pagarlo» o «perdí el interés» rara vez genera la compasión de los defensores de los animales.
Así fue como Quarter , el llamado «animal gruñón», terminó en el refugio. El personal se mostró escéptico ante su etiqueta de agresivo, pero el protocolo es el protocolo. La agresividad canina suele deberse al miedo o a un mal entrenamiento, dos factores que pueden controlarse con los cuidados adecuados. Aun así, las normas exigían que Quarter pasara una cuarentena —unas semanas solitarias en aislamiento, lejos de humanos y otros perros— antes de que pudieran considerar su adopción.
Después de tres largas semanas, por fin llegó la hora de la revisión veterinaria, el siguiente paso hacia un nuevo hogar. Pero algo no cuadraba. Primero, Quarter ni siquiera era su verdadero nombre; era un apodo que hacía referencia a su raza mestiza. ¿Su verdadero nombre? Teddy. Y cuando un miembro experimentado del personal se lo llevó a casa para una observación más exhaustiva, la verdad salió a la luz: Teddy no era nada agresivo. Era tímido, asustadizo y ansiaba cariño.
Poco después, Teddy encontró a su familia definitiva y se mudó a un nuevo estado, dejando atrás su pasado. Para los trabajadores del refugio, su historia fue otro recordatorio agridulce de la facilidad con la que los animales pueden ser etiquetados erróneamente y abandonados. Pero para Teddy, fue el comienzo de un nuevo capítulo lleno de amor.