De ícono televisivo a misterio de la vida real: ¿puedes nombrar a esta bomba de los años 60?

A sus 90 años, Shirley MacLaine sigue siendo una leyenda venerada de la gran pantalla. Saltó a la fama en 1955 con El problema con Harry , de Alfred Hitchcock , y consolidó su estatus con papeles inolvidables en clásicos como El Apartamento , Irma la Dulce y la ganadora del Óscar, La Fuerza del Cariño . Aunque se ha alejado de los focos en los últimos años, MacLaine no ha abandonado Hollywood; aún reflexiona sobre el arte de la interpretación y cómo cada papel le enseñó algo nuevo.

Sin embargo, detrás de la cámara, su vida personal contaba una historia muy diferente.

Su matrimonio de casi tres décadas con el productor Steve Parker terminó en 1982, tras años de vivir prácticamente separados: ella en Estados Unidos, él en Japón con su hija, Sachi. A pesar de la distancia, su relación perduró a su manera, y ambos mantuvieron una relación amistosa. Pero la incansable dedicación de MacLaine a su oficio a menudo tuvo un precio, especialmente en su rol como madre.

Sachi, quien pasó gran parte de su juventud en Japón y Europa, narró su experiencia en sus memorias » Lucky Me: My Life With — and Without — My Mom» . Describió una infancia marcada por el distanciamiento emocional, la soledad y el anhelo de una vida familiar más sólida. Shirley, influenciada por los sacrificios de su madre, prefirió su carrera a las convenciones, una decisión que generó una tensión duradera entre madre e hija.

MacLaine siempre ha sido sincera sobre su vida poco convencional, incluyendo su matrimonio «abierto» y sus relaciones con varios compañeros de reparto, aunque bromea diciendo que nunca se planteó tener aventuras con personajes como Jack Lemmon o Jack Nicholson. «Me reiría demasiado», bromeó una vez sobre Nicholson, subrayando la naturaleza profunda pero platónica de esas amistades.

Hoy, la vida de Shirley es más tranquila e introspectiva. Pasa su tiempo en un tranquilo rancho en Nuevo México, rodeada de perros leales y amigos cercanos. Su capítulo romántico puede haber terminado, pero encuentra alegría en los placeres más sencillos y continúa reflexionando sobre su extraordinaria trayectoria.

Mientras tanto, Sachi, ahora madre, usa las lecciones de su propia infancia para fomentar conexiones más fuertes y enriquecedoras con sus hijos, buscando construir lo que alguna vez anheló.

Su historia no es la de un final perfecto, sino la de una evolución, una aceptación y dos mujeres que encuentran la paz a su manera, cada una a su manera, muy diferente.

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