Amor sin fronteras: Se casó con un hombre de una tribu y rehízo su vida. ¿Cómo es su hijo?

Decidió dejar a su novio y mudarse a África para casarse con un hombre de una tribu remota. Vivir en una choza no le molestaba en absoluto —sin agua corriente, sin gas, sin electricidad—, pero a cambio, tenía amor verdadero. Al poco tiempo, la pareja se convirtió en padres, y su hija heredó los rasgos distintivos de su padre.

Corinna Hofmann viajó a Kenia en 1987 con su prometido. Siempre había soñado con visitar la exótica Kenia y aprender más sobre las tradiciones de la gente local. Y fue allí donde lo conoció .

Un hombre orgulloso, imponente y masculino captó de inmediato su atención. Estaba entre los demás hombres masái, atrayendo su mirada.

Una sola mirada de Lketinga bastó para que sintiera la chispa, y supo que el sentimiento era mutuo. Fue entonces cuando Corinna decidió dejar atrás a su prometido. El amor que sentía era inmenso.

Sin embargo, construir una vida con un hombre africano alejado de la civilización moderna estaba lejos de ser un cuento de hadas.

Lketinga era extremadamente directo y estricto con ella. Si Hofmann se quejaba del calor, las malas condiciones o los insectos, respondía:

— ¡ Entonces regresa a casa!

Pero Corinna no estaba dispuesta a rendirse. Vendió su negocio para que nada la atara a Suiza. En un pequeño pueblo de Kenia, abrió una tienda de comestibles y comenzó una nueva vida desde cero.

Después de un tiempo, obtuvo la ciudadanía. Los lugareños la aceptaron como una de los suyos y se instaló plenamente.

Tuvo que adaptarse a vivir en una choza de paja y usar una lámpara de queroseno en lugar de cualquier comodidad moderna. No había nada, ni siquiera medicinas ni papel higiénico. Aun así, estaba decidida a no rendirse.

Pero tras el nacimiento de su hija, Napirai, su esposo cambió drásticamente. Se volvió agresivo e impredecible. Por alguna razón, se convenció de que Corinna la había engañado y de que la niña no era suya.

Sus celos hacia otros hombres llegaron a ser abrumadores, especialmente cuando se trataba de clientes masculinos en su tienda.

Después de dos años, a Corinna se le acabó la paciencia; se llevó a su hija y se fue. Fue la mejor decisión que jamás tomó.

Quince años después, Corinna regresó a Kenia mientras filmaba un documental basado en su libro. Quería rodar algunas escenas en el lugar donde comenzó su historia. Allí conoció a su anciano exmarido.

Ni siquiera la recordaba. Desde entonces, se había casado tres veces más y disfrutaba de una vida sin preocupaciones.

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